Kayakista realizo literalmente «en llamas» su nueva proeza

¿Por qué no? Cuando ya has logrado y dominado la técnica en un deporte ¿qué sigue? Para Rafa Ortiz buscar nuevos retos es la opción. Algunos de ellos serán “muy locos”. Y eso ¡está muy bien!

Por Marco Payán

Rafa Ortiz es conocido por sus caídas en cascadas que no cualquiera tomaría con su kayak. Cuando se trata de nuevos retos, se asegura de que sea algo que visualmente le atraiga y el que sea “loco” no está descartado. Ya lo había hecho cuando se arrojó con un juguete inflable y ahora logró hacerlo con su kayak encendido en llamas. ¿Por qué hacerlo? Porque se puede. Porque le da un valor extra a una disciplina extrema. No se trata simplemente de lograr el salto, sino de realizarlo de manera imaginativa: “¿Qué caso tiene hacer deporte sin un punto creativo?”. Pero en el camino se topó con varios obstáculos que le exigieron más de lo que se imaginaba. El resultado: terminó siendo un hombre cambiado. Uno que conoce más su disciplina y le tiene mayor respeto al agua, al aire… y al fuego también.

ya conseguiste todo lo que se puede lograr en tu disciplina de kayaker extremo. ¿Cómo embona este proyecto en tu carrera?

Rafa Ortiz: Lo interesante de este proyecto era que acabábamos cayendo en el agua mi kayak y yo en llamas; lo cual me exigía una habilidad física extra. En ningún otro momento de mi carrera lo hubiera podido hacer tan bien. El hecho de encontrarse cubierto de fuego, sin poder ver bien y sin poder respirar, suena muy fácil, pero a la hora de los golpes es algo mucho más complicado de lograr.

¿Por qué tirarse de una cascada prendido en fuego?

Este proyecto fue diferente. Casi siempre existe una historia, pero este reto se basó en hacer algo loco y ya. Se vale. ¿Por qué? Porque podemos. La idea de combinar fuego con agua y aire parece increíble. Afortunadamente, conseguí el apoyo necesario y el equipo de profesionales. Desde el principio entendí que era algo muy peligroso. Era importante tener expertos. En cualquier otro momento de mi carrera con menos experiencia, no sé si hubiera sido posible.

¿Qué habilidades tuviste que desarrollar?

En alguna parte lo de la respiración. Para mí siempre es importante. Mi deporte es de agua, no somos seres acuáticos. Todo el tiempo estoy jugando con el tema de no respirar. Si cometo algún error en el río, puedo acabar en un lugar donde no pueda respirar bien. En este caso, desde que le empiezan a poner combustible a mi kayak dejo de respirar bien. Y cuando lo encienden, ya no puedo respirar. Es algo muy tóxico. Mucha de la preparación que he hecho de respiración cobró todo el sentido en ese momento. Me sirvió muchísimo: además de bajar mi ritmo cardiaco, cómo llenar bien mis pulmones, cómo vaciar el CO2, cómo preparar mi cuerpo para no respirar…

¿Cuánto tiempo te quedaste sin respirar?

En una caída son máximo 15 segundos normalmente. Ahora, le sumas otros 10 segundos. Realmente no es mucho sin respirar, pero el tema es el ritmo cardiaco y la adrenalina. Es como si vinieras en un auto sin combustible, pisándole a fondo con el turbo y tratando de rebasar en curva. Todo se vuelve más complejo. En el momento en que tienes flamas en la cara, todo lo que has preparado se escala. No puedes calmar tu ritmo cardiaco y hacerlo con calma cuando estás a contrarreloj. Al instante en que me prenden inicia una cuenta regresiva que podría terminar fatal.

¿Cómo se logra mantener el equilibrio entre el espectáculo y la seguridad?

El equipo que trajimos de expertos en pirotecnia tenía dos partes: una que se concentraba al 100 por ciento en mi seguridad y, la otra parte, en el fuego. Me ponen un gel para pirotecnia con propiedades aislantes muy buenas. Me saturan completamente un traje de kevlar que no se quema. Desde que me visten con este traje, inmediatamente comienzo a perder calor; me empiezo a congelar. Llevo también una capa aislante que contiene el gel. Esta es mi barrera de vida. Después me ponen dos capas de algodón que se van a encender, además de mi faldón del kayak y mi chaleco de flotación. Si se prende el casco se podría derretir y pegarse a mi piel, así que también lo aislan. Me ponen una mascarilla, goggles y casco. Me meto al kayak, me embarran gel en la cara y lo único que queda descubierto son mis fosas nasales… Con todo esto, se empiezan a empañar los goggles. Tengo seis capas de varios materiales y encima mi equipo de río.

¿Cómo controlabas tu kayak con tanto equipo?

Nunca tomo el remo con guantes porque siempre lo necesito al tacto. Sentir el remo es importantísimo para mí. Diseñamos unos guantes que me permiten sujetar el remo y poder llevar materia en mis manos. Parecía una botarga.

¿Cómo fue cambiando tu percepción del proyecto?

Al inicio, yo pensé que esto sería fácil: “Me prenden, remo y me aviento a la cascada”. Pero el equipo de profesionales nos empezó a educar desde el principio. Hay una curva de aprendizaje: el hecho de estar envuelto en fuego es completamente distinto para cualquier ser humano. La primera prueba la hicimos en tierra, me pusieron todo lo necesario y empecé a caminar. Estuve 11 minutos caminando en plano y cuando ya era demasiado el calor, me aventé y me apagaron. A la hora de los camotazos, de un segundo a otro, empieza a calentarse mi nuca, los expertos me gritan y ahí me tiro al suelo y me apagan. Fue impresionante dimensionar la delicadeza de este asunto.

Has vivido momentos que te han forjado un respeto por el río. ¿Te pasó lo mismo con el fuego?

Claro, esa prueba fue un recordatorio de que jugamos con un elemento diferente y que puede ser adverso. El agua siempre me ha recordado con pequeñas lecciones que es peligrosa… Sólo tienes que escuchar.