Ignacio Echaurren es un fanático del ski, y así como muchos, espera ansioso el comienzo oficial de la temporada de nieve 2016, y aunque los centros de ski estuviesen cerrados tras la primera nevada del pasado martes, Ignacio no aguantó las ganas y se aventuró a explorar los terrenos de La Parva, para sin querer, transformarse en uno de los primeros en esquiar esta temporada, al menos, en los andes centrales.
Aquí, un testimonial de como fue la aventura de Ignacio.
Martes 19 de abril, 1:30 PM, miro la cordillera y ahí estaba… silenciosa, blanca, suave. Parecía ser que después de todo, la nevada del fin de semana nos había dejado algo de nieve, lo suficiente para querer subir a comprobarlo.
Cargué el auto y partí. En el peor de los casos, sería un paseo por el día, para alejarse un poco de la ciudad. Subí hasta La Parva, dejé el auto en la última curva, puse los skis en la mochila y empecé a caminar. Para mi sorpresa, a los pocos metros caminando por debajo de la silla, tenía la nieve en las rodillas; podía poner las pieles y seguir randoneando.
Un poco más arriba, pasando los 3.000 metros, solo se podía ver blanco. El día estaba impresionante, no hacía frío, no había niuna sola nube en el cielo, y solo se podía escuchar el silencio de la montaña. Seguí subiendo y me encontré con una huella fresca que seguía por un filo en dirección a Piuquenes, la tomé para hacer más fácil el ascenso. Llegando a Piuquenes pude ver a los lejos a quien sería mi abridor de huella, y que un poco más arriba se perdería en dirección a Valle Nevado. (gracias!)
Después de 2 horas, y llegando un poco más arriba de donde termina La Parva, estaba listo para empezar a bajar. Eran las 5:00pm, el sol de otoño todavía calentaba y estaba alto en el cielo. Ya estar ahí, en ese momento, había pagado toda la subida, y estaba ansioso para ver cómo estaría la bajada.
La nieve estaba muy húmeda y pesada, solo se podía esquiar con mucha pendiente, por lo que me tocó bastonear bastante a la bajada. Para mi sorpresa (o suerte), no agarré ninguna piedra, quizás por la misma razón de lo pesada que estaba la nieve. De todas maneras valió la pena cada metro subido y cada segundo de bajada, y me quedo esperando con ganas la próxima nevada.